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La soledad: ¿sentirse solo o estar solo?
Autor: Joaquín Rocha
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación
joacorocha05@yahoo.com.ar
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación
joacorocha05@yahoo.com.ar
La ausencia o imposibilidad de entablar un vínculo afectivo íntimo con otra persona o la carencia de amistades, de vínculos empáticos y/o apegos caracterizan a la soledad.
El estar solo constituye una experiencia subjetiva, ya que se puede estar en soledad sin sentirse solo o sentirse solo, a pesar de estar rodeado de otras personas.
Algunos podrán decir que buscan la soledad por elección, así como otros afirman que llegan a ella, porque perciben que no logran una buena comunicación o buenos vínculos. Tanto en unos como en otros, siempre se genera un cierto montante de angustia.
Existe una soledad deseada: aquélla que es vivida temporalmente como alejamiento del ruido cotidiano. Una soledad que permite la introspección, el autoanálisis, cargar energía, resolver conflictos, reequilibrar los sentimientos; detenerse a reflexionar y dejar pasar el tiempo sin la esclavitud del reloj. Es un tipo de soledad nutritiva y necesaria.
Hay una diferencia entre los que eligen vivir solos y vivir en soledad. En el primer caso, sería vivir sin compañía; en el segundo, estaría implicado un cierto pesar y una tristeza de tipo melancólica. Debe quedar claro que una persona se siente más sola, cuando no es comprendida o aceptada que por la elección de cómo o quién quiere vivir.
La soledad está muy relacionada con la historia personal de cada individuo. El miedo a la pérdida y la baja autoestima son dos de los factores que generan este tipo de estado. En general, lo que se siente es una especie de aislamiento, el no formar parte de algo, el percibir que no se es lo suficientemente valorado para que alguien lo integre en su mundo. El miedo al rechazo actúa como freno para entablar nuevas relaciones. Por lo general, esta condición, en el fondo, guarda grandes prevenciones, prejuicios y desconfianza hacia los demás y hacia uno mismo: introversión extrema y baja autovaloración.
Fuera de esto, que pertenece a lo patológico, a lo que podríamos denominar una soledad crónica, debemos considerarla como un mal que acecha a nuestro tiempo. La creciente tecnología, la falta de seguridad, la sociedad consumista que todo lo vuelve mercancía, la globalización, el individualismo desmedido, la ola de narcisismo sobre la cual se cabalga hacen que las personas se excluyan y se encierren en sus hogares. Internet es una promotora de soledad, ya que no produce vínculos sociales satisfactorios.
El peligro que puede acarrear la soledad es que, cuando una persona se siente sola, busca llenar los espacios y los tiempos con actividades que mágicamente lo hacen sentir acompañado o, peor aún, se relaciona con personas que resultan ser perjudiciales.
La soledad es un estado que debería convertirse en transitorio. En primer lugar, hay que hacerse cargo de la situación personalmente y no esperar que sea otro el que nos saque de ese estado. Resulta necesario tomar decisiones viables que conduzcan a una salida positiva y satisfactoria.
Se nace y se muere solo. Pero, entre uno y otro hecho, está la vida y ella apunta a los vínculos y la comunicación. Uno es en la medida de que se-es-con-otro. Este otro con el que se transita el camino de la felicidad.
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